24 junio 2010

Cuestión de gustos y el malestar social

El fascismo postmoderno es aparentemente la apoteosis de la diferencia, cuando en realidad es el consenso más fuerte y opresivo. Pero su presentación jamás es política sino cultural. Pretende ser un gobierno antipolítico que apela a la convivencia de las distintas formas culturales que existen en la metrópoli. Por eso es moralizador, y frente a la política que divide, defiende la unión en la diferencia. Ahora bien, esa diferencia ha sido completamente limada de aristas políticas. Los enfrentamiento que se producen, los problemas que emergen, son reconducidos a una simple cuestión de gustos, a opiniones personales, todas con derecho a existir. Desaparece la confrontación en la medida en que no hay espacio político, sino tan solo una esfera pública hecha de opiniones. La opinión o el experto, no hay otra opción. Las tertulias de la radio o de la televisión responden al mismo planteamiento, y extienden en la sociedad ese vaciamiento del discurso. No hay otra manera de hablar. Por otro lado, lo público y lo privado se funden haciendo de la opinión un relato íntimo. Entonces la despolitización alcanza su expresión máxima.
(...)

Por hallarnos en una época postpolítica, la politización de la existencia que asume el contenido político del malestar requiere pensar de nuevo el concepto de politización. Politizar la existencia no consiste en añadir una dimensión más a la realidad —que ya es multirrealidad— sino en agujerear la realidad y con ella la obviedad que la acompaña. El cambio que implica la época postpolítica es fundamental. Antes la politización consistía en oponer otra vida (más intensa, más auténtica…) a la vida cotidiana que era sinónimo de muerte y pasividad. Ahora la politización —la politización de la existencia— es más bien sustracción. Politizarse es sustraerse al destino impuesto por la movilización global, desocupar el «ser precario» que se nos impone. Lo que se puede decir también de otra manera: politizar la existencia es mantener una relación afirmativa con el propio malestar. Es conveniente, sin embargo, precisar mejor qué significa esta relación afirmativa. La politización de la existencia es la politización del malestar propio bajo el horizonte del malestar social.


de Movilización Global, Breve tratado para ataca a la realidad, Traficantes de sueños, 2009, de Santiago López Petit

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