03 diciembre 2009

Algunas respuestas al Cabezón

¿Qué relación mantienen la cultura y la vida cotidiana en la génesis de la obra artística?

Si consideramos el ocio como parte de ese 8 mágico de la distribución encadenada a la economía (8 de sueño, 8 de prisión, trabajo...) y al arte como mercado de ideas y egos, mercado de chispas y compraventa de ethos simbólico pues al final no decimos nada o sí. La industria del ocio nunca dejará de compravender subjetividades, ideas, vidas artísticas con ese mágico elemento que permite y proporciona semanalmente el ocio "aceptado" y que da caché frente a los más ociosos del lugar que se gastan su magia en sobrevivir. Money. Hay quien compra OCIO como compra amor, muerte, piel o saliva o acuarelas que luego enseñará en sus salones a los amigos y amigas. Crear arte sin estas premisas se me antoja ahondar en cuestiones ya resueltas por los situacionistas, Bourdieu o la larga lista de expulsados del paraíso del ocio y el entretenimiento que se niegan a darle valor de cambio a lo que hacen, crean, piensan en sus vidas cotidianas. Aunque al final lo hagan para pagar la renta, el tabaco, los vinos. El gesto artístico debe formar parte de la vida cotidiana y dejar de ser aspaviento enajenado en mitad de un universo silencioso.
(Qué espesura, picha)

¿Qué relación mantienen la cultura y la vida cotidiana en la génesis de la obra artística?

Casi siempre son relaciones de dominación. La vida cotidiana y el arte son como el cerebro y la mano, como lo personal y lo político. De ahí la larga tradición de intentar destruir -aunque sea con nihilismo- la diferencia que hay entre artistas y profanos, los que escriben y los que leen. Bienaventuradas y bendecidas aquellas personas que rompen la dicotomía y hacen de su vida una obra de arte y no un arte que obra sin la vida. Aunque hay quienes siempre tienen tiempo para su obra y no para su vida y al revés.
La génesis de la obra artística, dependiendo de la cosmovisión de la artista, puede estar en un cigarrillo delante de un ocaso o mientras se quitan los desperdicios del sumidero del fregadero. El chispazo viene, te pilla, claro; pero como decía un curriqui, que te pille trabajando. Luego viene la artesanía de la chispa, su reconversión en acero o ceniza, incluso dejar que el óxido gane la pieza. El tiempo, bruñidor de obras. También si a una le pagan por lexema tecleado pues se pone y le salen esos novelones tipo Dickens.
Y qué me dicen del encargo, génesis clásico.

¿Crees que el Arte, en sus múltiples formas, es un mundo demasiado limitado a su propio código?

No. Y se ve claramente en la publicidad y en la nueva narrativa de las series de prestigio para espectadoras inteligentes (ámbitos claramente alejados de lo que se cataloga como “Arte”). En la publicidad, cada vez más alocada en sus códigos, se están alcanzando cotas de dadaismo espectaculares. Algunas artistas –más combativas- calificarán este hecho como “recuperación”, es decir, herramienta perdida y usada por el enemigo. Estos códigos antaño de vanguardia sirven para vender suscripciones a un servidor de Internet o para vender cervezas.
En la narrativa posmoderna de las series hay mucho de código narrativo “complicado”: varias líneas temporales, personajes con pasado, presente y futuro mezclados en la narración, subtramas, secretos, cámaras al hombro y fluidez de videoclip en los planos, detalles a descubrir por la fan en sus ratos… todas estas forman parte de una narratividad que exige a la espectadora de tiempo, lentitud y atención.
Así que lo críptico es osmótico con lo mundano cada vez más, sobre todo si nos sirve de palanca para la asaltar la percepción de la consumidora.
Como ocurre tanto en poesía como en narrativa, los problemas de “códigos” entendidos como referencialidad exquisita y culturalismo (mundo griego, hechos históricos, autores oscuros, etc) en lo popular (series, peliculas, sketchs) ese culturalismo se compone de jingles de anuncios, escenas de películas adolescentes, video juegos primitivos… Si unos nombran y se refieren a Mecenas, otros a Marty Mcfly.

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