04 julio 2009

Panegírico


Una descripción de La vida rural en Inglaterra, que Howitt publicó en 1840, finalizaba mostrando una satisfacción sin duda abusivamente generalizada: “Todo hombre con un sentido de los placeres de la existencia debe dar gracias al cielo que le ha permitido vivir en un país así y en una época como ésta. Nuestra época, por el contrario, no corre el riesgo de traducir demasiado enfáticamente, respecto de la vida que llevamos, el asco general y el incipiente espanto que se sienten en tanto ámbitos. Se sienten, pero nunca se expresan hasta que no tienen lugar las revueltas sangrientas. Las razones son sencillas. Los placeres de la existencia han sido, desde hace poco, redefinidos autoritariamente; empezando por sus prioridades y siguiendo por la totalidad de su sustancia. Y estas autoridades, que los redefinían, podían decidir asimismo en cada momento, sin necesidad de molestarse en otras consideraciones, qué modificación resultaba más lucrativa para introducirla en las técnicas de su fabricación, completamente liberada de su obligación de gustar. Por primera vez, los mismos han sido amos de todo lo que se hizo y de todo lo que se dijo de ello. Así, la demencia “edificó su casa en lo más alto de la ciudad”.
A los hombres que no gozaban de una competencia tan indiscutible y universal, no se les propuso más que someterse, sin añadir la menor observación, en lo referente a su noción de los placeres de la existencia; del mismo modo que ya habían elegido en todos lo demás ámbitos a los representantes de su sumisión. Y mostraron, para dejarse arrebatar estas trivialidades, que se les decían eran dignas de su atención, la misma ingenuidad de la que ya habían dado prueba al mirar desde más lejos, cómo se alejaban de las pocas cosas importantes de la vida. Cuando “ser absolutamente moderno” se ha convertido en una ley especial proclamada por el tirano, lo que el esclavo honrado más teme es que se pueda sospechar de él que está anclado en el pasado.

Guy Debord, Panegírico, Acuarela Libros & Antonio Machado, 2009

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